martes, 23 de agosto de 2011

capitulo 10




Roberta se aparta de Félix:
--¿¿qué es lo que haces?
Su voz suena dura y por un momento Félix teme haberse equivocado:
--¡¡no lo vuelvas a hacer¡¡
Por un momento él teme que lo vaya a golpear, que todo se haya echado a perder pero se da cuenta que la mirada de ella está llena de amor y eso lo tranquiliza:
--le gusto --dice para sí feliz-- claro que le gusto, le gusto tanto como ella me gusta a mi y yo haré que pierda su miedo.
Para apartárselo de ella, Roberta le da un plato y dice:
--llévalo a la mesa.
Él la mira enamorado:
--claro que sí.
Y al tomar el plato la acaricia de la mano. Siente como se estremece. La mirada de ella es toda amor. Los dos se han enamorado contra cualquier barrera, lógica y pronóstico pero sólo Félix lo quiere aceptar. Roberta se queda aturdida, no quiere reconocer que lleva ya al hijo de su marido muy dentro de ella. Vibra de placer al acariciarse la zona del cuello que él besó. Lo ha disfrutado mucho. Félix entra sigilosamente y la ve así y sonriendo y suspirando enamorada. A pesar que recién se conocieron, ya siente que no puede más y desea abrazarla y besarla y decirle que no sabe cómo pasó pero que la ama y no puede vivir sin ella pero aunque está seguro que a ella le gusta él teme asustarla así que prefiere aguantarse todo lo que puede. No se acerca a ella a pesar que lo desea. Le enternece verla recordando su beso con una sonrisa de enamorada:
--le gustó mi beso... estoy seguro... hoy sólo fue en el cuello pero pronto habrán otros... probaré sus labios... --piensa él.
Él vibra solo de imaginárselo.
--¿llevo algo más? --pregunta él para que ella se dé cuenta de su presencia.
Roberta se sofoca, le da vergüenza pensar que él se haya enterado que le gusta:
--si ya lo puedes llevar todo...
Él va entrando y saliendo de la cocina, se da cuenta que ella está tensa, que no se atreve a mirarlo a los ojos, que se siente incómoda y decide que dejará pasar unos días antes de volver a cortejarla.
--no es cuestión de asustarla --piensa él-- que crea que sólo busco divertirme... si la pierdo por precipitarme sería lo peor que me pasará nunca me lo perdonaré.
A pesar que Félix trata de sacarle conversación, Roberta se mantiene muy distante y es que está demasiado concentrado en luchar contra los sentimientos cada vez más fuertes que se están afincando en su corazón y tienen como destinatario al guapo hijo de su marido. Se siente más tranquila cuando ya se despierta Bartolomeito que se porta muy cariñoso con Félix y se ponen a jugar mientras esperan que se despierte Juan Segundo. Durante el desayuno, Roberta quiere que Félix ocupe el sitio que ocupaba su padre.
--bueno, yo creo que te deberías sentar, tú... aunque si tú te sientas a mi lado... No me gustaría que te tuvieras que cambiar de sitio por mi –Félix.
Roberta ha querido que Félix ocupara el lugar de su padre para así tratar de dejar de verlo como un hombre y verlo como el hijo de su marido pero se da cuenta que no puede cambiar de sitio sin levantar la atención de sus hijos. Y aunque demuestra que no se entera de nada, Juan Segundo ya se ha dado perfecta cuenta aunque tiene ciertas reservas de las intenciones de Félix lo que más le importa es que su madre parece otra desde la llegada de Félix a sus vidas. Roberta se siente a su lado, Félix no la mira para no hacerla sentir mal pero si, con coquetería, le hace sentir sus piernas. Roberta se pone muy nerviosa porque le gusta y no quiere que nadie lo note. Roberta está muy callada en la mesa.
--¿y qué?¿cómo dormiste en tu nueva casa? --pregunta Juan Segundo a Félix.
--muy bien.
--¿y te sentiste bien entre nosotros?
--si claro.
Juan Segundo mira a su madre y le pregunta:
--¿porqué tan callada? Luces muy bien, contenta pero estás demasiado callada...
Roberta no dice nada pero mira de reojo a Félix.
--espero que no te sientas incómoda por mi --pregunta Félix con cierta ironía--, ya sé que soy un recién llegado pero espero que me acepten en su familia...
Roberta mira a los ojos a Félix y el uno queda atrapado en la mirada del otro. Los interrumpe Bartolomeito :
--¿verdad que te vas a quedar para siempre?
--pues no lo sé... ese depende de muchas cosas...
Roberta se entristece, aunque siente que no debe tener nada con ese muchacho, no desea que se vaya. Con las mejillas encendidas, Roberta dice:
--esta es tu casa... es la casa de tu padre... Me gustaría que sintieras que es tu casa...
--gracias, Roberta. Son ustedes relindos y sé no me gustaría tener que volver a mi pueblo todavía, me daría pena estar en esa casa sin mi mamá...
--¡¡te quedas, te quedas¡¡ --dice Bartolomeito .
Roberta y Félix se miran con una sonrisa muy disimulada. Juan Segundo los está mirando muy serio.
--espero que a ti no te molesto, he invadido tu cuarto...
--Por mi está bien, tranquilo.
--Me gustaría pedirte un favor... --dice Félix a Juan Segundo.
--dale en confianza...
--sabes si donde trabajas necesitan a alguien? es que no quiero estar en esta casa de arrimado. Si voy a vivir aquí quiero ayudar...
--si claro... vamos juntos, hay vacantes y seguro que encontramos algo para ti ... --dice Juan Segundo.
Félix, cada vez más dentro de esa familia, sonríe entusiasmado ya que es lo que quiere. Mira a la nerviosa Roberta. Después del desayuno los dos guapos chicos, el hijo de Roberta y el de Rafael, se van juntos. Antes Juan Segundo se despide de su madre con un beso en la mejilla. Como tal cosa, Félix también besa en la mejilla a esa mujer. Por un segundo el uno se pierde en el otro. Ese beso lo han sentido los dos con intensidad. Bartolomeito se va con ellos ya que Juan Segundo siempre es el encargado de llevarlo al colegio. el niño está feliz entre sus dos hermanos.
--¿porque no hacemos algo todos juntos el fin de semana ?Quiero celebrar que ya se acaba la escuela y que tengo un nuevo hermano, me gustaría ir a la piscina con mis dos hermanos y mi mamá?¿podemos?
Los dos miran a Juan Segundo. Félix desea salir de esa casa en la que Roberta vivió con su esposo, verse en otro escenario.
--yo hablaré con mamá, seguro que accederá...
--¿tu crees, Juan Segundo?
Juan Segundo mira fijamente a Félix y dice:
--de eso estoy seguro.
Félix se da cuenta que Juan Segundo sospecha lo que pasa. Lo mira con cierto miedo. No le gustaría tener un rival en él. No desea tener más obstáculos, de los que ya la situación en sí trae, para tener una relación con Roberta. En la puerta de la escuela, Bartolomeito se despide de sus dos hermanos con un beso. Luego los dos chicos se quedan solos en el coche. Félix se siente incómodo, tiene miedo que le reclame. Juan Segundo lo mira con intensidad para asustarlo pero no le dice nada. No le va a permitir que lastime a su madre pero si lo que sea que él le ofrezca la hace feliz sí está dispuesto a aceptarlo.





Por otro lado, Roberta se encarga de la tarea de la casa. La primera habitación en limpiar es la de los dos muchachos. Juan Segundo no se ha hecho su cama, Félix sí. Roberta acaricia esa cama, desea sentir el olor de ese muchacho, la presencia de Félix. Como una adolescente abre los cajones para ver dónde el chico guarda su ropa. Sobre la cama quedó una camiseta sudada. Reconoce esa camisa: es la que llevaba al guapisimo hijo de su marido. Abraza esa camiseta y piensa en él, en el cuerpo semidesnudo de él, en sus labios besando su cuello, su mejilla. No parece una viuda que recién pierde a su esposo desea gritar que lo ama:
--¡¡¡eso no puede ser... no puede ser...¡¡¡
Suelta esa camiseta como si le quemara. Limpia el cuarto muy lentamente. Le gusta estar cerca de las cosas de ese muchacho. Mira los cajones de la mesita de noche por si dejó algo. Hay una foto de él con su madre. Aunque le tranquiliza darse cuenta que su marido no le mintió, que la madre de su hijo era mucho mayor que ella, aunque ahora la mayor parte de sus pensamientos están en Félix:
--que guapo es, parece el hijo de un Dios... Nunca había visto a un hombre tan guapo. Ojalá nos hubiéramos conocido en otras circunstancias... ojalá fuéramos de la misma generación para yo poder dejarme guiar por este loco sentimiento que me está absorbiendo y vivir contigo lo que sea, durante el tiempo que sea... ¿pero qué dirían mis hijos si al poco de la muerte de mi esposo vivo un romance con un joven, con el hijo de mi marido? Además... ¿¿cómo un joven tan guapo como él se iba a fijar en mi?
Acaricia, mirando la foto, el rostro de él con deseo. Piensa en las miradas de él, en sus caricias, en que la besó el cuello:
--¿es posible que le guste?¿qué es lo que debe querer de mi? A caso le da igual que sea la viuda de su padre y me busque para un simple desahogo? ¿puede ser que sea algo más?
Le ilusiona pensar que ese joven pueda sentir algo serio por ella. Sonríe enamorada:
--¿qué voy a hacer contigo?¿qué?
Va hablando sin dejar de mirar la foto:
--quisiera tener un foto tuya para que me acompaña en las noches... poder mirar tu rostro, decir que te amo cuando tú no estás...
Suelta esa foto:
--¿qué me está pasando?¿qué?
Sofocado sale del cuarto y mira la foto de su marido:
--¡¡tú tienes la culpa¡¡¡¿¿tú me lo enviaste?¡¡tu pudiste evitar que tu hijo llegara a esta casa para enamorarme¡
De repente un pensamiento la llena de ilusión:
--será que es lo que quieres?
Ella misma se reclama:
--deja ya de comportarte como una tarada, el pobre Rafael debe estar retorciéndose en su tumba de rabia

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