martes, 23 de agosto de 2011

capitulo 9


Félix se muestra nervioso por la íntima pregunta que le hiciera Juan Segundo.
--y esa pregunta?¿a qué viene?
Tratando de callar sus sospechas que son especialmente graves ya que el esposo de su madre y padre del muchacho aún se puede decir que esta caliente, Juan Segundo dice:
--no nada... Yo preguntaba por conocerte, para saber con quién duermo. A mi me puedes contar lo que quieras en confianza, yo soy hombre... y te comprendería. A veces los jóvenes nos fijamos en una mujer madura sólo para divertimos y yo sólo quería saber que...
Félix lo interrumpe y contesta a la defensiva:
--¡¡jamás me acosté con una mujer madura, jamás me burlaría de una mujer... Si yo estuviera con una mujer mayor que yo no sería solo por diversión... me tendría que enamorar y¿porque no podría pasar? ¿a caso te crees que el amor entiende de lógicas y de edad?
--tranquilo, hablaba por hablar... --dice él intrigado en los sentimientos que su madre haya podido despertar en ese joven.
Los dos hablan cada uno sobre su cama. Van sin camisa, solo llevan unos estrechos boxers. Roberta entra precipitadamente. Félix se avergüenza que Roberta lo vea casi desnudo y se tapa con la almohada. Ella se lo ha quedado mirando fascinada. Nunca se había sentido así. Juan Segundo si se levanta sin pudor y se enfrenta a su madre:
--¡¡mamá ¿por qué no golpeas? podríamos estar desnudos...
--si perdón...
Ni Roberta ni Félix no se atreven a mirarse a los ojos.
--debes acostumbrarte a llamar, yo soy tu hijo pero él no... no está bien que lo veas en bolas.
--yo solo os quería dar las buenas noches... --dice Roberta que mira de reojo y con timidez a Félix.
Juan Segundo besa a su madre:
--venga, buenas noches mamá...
Luego Roberta mira a Félix que desde la cama le alza la mano y le dice:
--buenas noches, Roberta.
Con las mejillas sonrojadas como si fuera una adolescente, Roberta le dice:
--buenas noches, Félix.
Roberta se va y se queda tras la puerta. Su corazón palpita muy fuerte. Como si nunca se hubiera enamorado. Acaricia esa puerta pensando en el pecho de ese joven, en su casi desnudez que ha visto poco pero ha disfrutado. Dentro de la habitación, Félix tira la almohada con la que se cubría, está sofocado.
--perdona por el mal rato que te ha hecho pasar mi madre... nunca llama antes de entrar, ahora no se ha acordado que te podía ver desnudo a ti...
--no pasa nada... --dice Félix aún jadeante.
--sabes, me alegro que hayas venido...
--si?
--tu llegada ha sido providencial...
--tampoco así...
--sí, sí... Mi madre parece otra... cuando la deje estaba mañana estaba muerta en vida... Mi madre estaba muy triste pero verte a ti... ha sido un rayo de luz.
Juan Segundo dice eso para saber cuál es la reacción de él. El corazón de Félix late con fuerza, no puede creer que esa mujer esté sintiendo lo mismo que él.

En ese momento, Roberta está mirando la foto que tiene con su marido:
--¿¿qué me está pasando?¿qué?
Se siente muy culpable por estar pensando en otro hombre a las pocas horas de morir su marido pero es algo que ni quiere ni puedo frenar. Le atormenta mirar esas fotos y desea quitarlas pero le da miedo, que sus hijos, y en especial Félix, se lo recriminen. Lo que si hace es sacar las que tiene en su dormitorio. Mientras se desnuda no hace más que pensar en Félix, en el cuerpo semidesnudo de él. Se le ha quedado clavado en la mente el fornido cuerpo de él fornido pero tierno pecho descubierto de él, su ombligo, sus piernas y sobretodo aquel estrecho bóxer que lo dibujaba todo y era bastante. Está muy sofocada:
--¿¿qué me está pasando?¿qué?
NUnca un hombre la había atraído de esa manera y se lo reprocha:
--¡¡es de la edad de mi hijo, es el hijo de mi marido¡¡es casi como si me gustara mi hijo¡¡
No puede evitar suspirar fascinada:
--no, no es mi hijo... es un hombre... un hombre muy guapo... un hombre que me ha hecho sentir como ningún otro...
Se lleva las manos a la cabeza:
--¡¡yo amaba a Rafael y acaba de morir... no puedo sentir esto¡¡no puedo¡¡
Roberta está muy sofocada, necesita una buena ducha fría. Sólo lleva unas braguitas así que por precaución se cubre con una pequeña toalla y justo en la puerta se topa con Félix que salía en ese momento e iba en bóxers. Aunque los dos se sofocan ninguno de los dos se dice nada porque se han dado cuenta que los dos se gustan y mucho. Roberta es la que entra en su cuarto sofocada.
--¡¡me gusta... me gusta ese muchacho¡¡
Es un sentimiento que la hace sentir viva y que la angustia:
--¡¡mi marido acaba de morir... no puede ser... no puede ser¡¡

Félix entra en el baño y se lava la cara:
--no puedes sentir esto... sus hijos te han tratado como hermanos y...
El deseo, sus sentimientos son más fuerte que cualquier otra cosa:
--¡¡Ella es una mujer libre y no tiene ningún lazo conmigo¡¡¡a mi me gusta y haré lo imposible porque sea mía¡¡seré discreto por sus hijos pero que daré la lucha... la daré¡¡
Más tranquilo, Félix entra en su habitación. No cierra la puerta del todo, está seguro que Roberta no tardará en salir de su cuarto. Ella corre hacia el baño. Él la ve, su corazón late a mil por minuto. Luego se acerca a la cama y mira a Juan Segundo que duerme.
--tengo que ir con cuidado, nadie debe saber lo que me gusta esta mejor... el luto es muy reciente y además Juan Segundo lo podría malinterpretar... puede creer que lo único que quiero es acostarme con mi madre... Hasta que yo esté seguro que ella me ama y esté dispuesta a todo por mi debe ser un secreto.

Roberta se está dando una ducha, no puede olvidar la desnudez de Félix. Está muy excitada, le excita haber visto a ese chico que tanto le gusta casi desnudo, le excita enormemente darse cuenta que él siente algo por ella:
--¡¡no, no... estoy de luto por mi esposo, por su padre... es una doble falta... es que no puedo sentir nada, nada¡¡¡todo lo que pueda sentir está mal. No me puede gustar... no...
El agua la tranquiliza pero al pasar por delante de la puerta del cuarto de él su corazón parece que se le quiere escapar del pecho. Lo mismo le pasa a Félix, que desde la cama y sin saber que la mujer que ocupa sus pensamientos está delante de su puerta, la presiente, su corazón así se lo indica. Ninguno de los dos puede dormir esa noche apenas. Roberta está segura que no puede existir ninguna relación entra ella y el hijo de su marido, por sus hijos y por la memoria de su esposo. Félix por su lado, sabe que no va a ser fácil pero desea luchar con todo por el amor de esa mujer. Tanto el uno como el otro desea dormirse para que amanezcan y puedan volver a verse pero parece que la noche no quiere acabar.

Roberta despierta feliz a pesar que sólo ha dormido un par de horas. Aún todos duermen y se dedica un buen rato a arreglarse. Se maquilla. Y aunque no quiere que se vea muy descarado desea que Félix la vea linda. No es algo que planea porque es un amor prohibido pero se conforma con estar cerca de él, con que él la vea bonita. Busca un vestido en su armario que la haga lucir bella. Luego va a la cocina a prepara el desayuno. Lo hace con mucho amor, para sus hijos pero en especial para él.
--¿te puedo ayudar?
Ella se estremece al sentir la voz de él. Se gira y se encuentra con una rosa en su rostro. Félix tiene una rosa en la cara, que aparta para que pueda verle el rostro:
--te compré esta rosa para darte las gracias por sus atenciones...
Los dos vibran y sienten escalofríos de placer solo con mirarse. Ella toma la rosa:
--gracias, es hermosa.
Ella está seducida por la ternura y la belleza de él muy resaltada en unos viejos y ajustados jeans. Félix sonríe coqueto:
--tú sí que eres hermosa...
Roberta lo mira ruborizada pero hay una tormenta en su interior, desearía ser una joven de la edad de él, sin ataduras, sin obligaciones para poder lanzarse a ese amor y poder hacer lo que los dos están sintiendo. Roberta deja la Milagros en agua. Félix la sigue con la mirada. A ella la pone muy nerviosa tenerlo cerca porque le gusta demasiado.
--espérate en el comedor, ahora te traigo el desayuno...
Él la nota fría y eso le entristece, casi se da por vencido pero se recuerda que quiere luchar por esa mujer y que lo hará cueste lo que cueste. Félix pega su cuerpo al de ella, la siente temblar y sonríe:
--¿quieres que te ayude?
A ella casi no le salen las palabras por la emoción:
--no hace falta que te molestes...
--No, sí no es molestia... Yo encantado.
Y aunque ella también está feliz, no le gusta que él esté cerca de él porque se siente demasiado feliz y le cuesta luchar contra lo que siente. Félix besa en el cuello a esa mujer:
--buenos días --dice él muy seductor.
Ella se estremece. Él va subiendo por el cuello buscando los labios de ella. Los dos arden de deseo y él no se quiere controlar, ella sí pero no puede.


No hay comentarios:

Publicar un comentario